EVARISTO BOBILLO
Seminarista
“Papá, mamá, yo he sentido a Dios”. Estas son las
palabras con las que un
Evaristo adolescente volvió a casa
tras un campamento de verano de
los Salesianos de Utrera. Evaristo
había crecido en el seno de una familia cristiana y desde muy pequeño
participaba de la Eucaristía varias veces a la semana. Reconoce que “fui
creciendo con cierto gusto por lo
religioso: me encantaba la Semana
Santa, jugaba en casa haciendo pasos, siendo costalero y capataz a la
vez, jugaba a decir misa… Mi vida la
organizaba lo religioso”. Sin embargo, en aquel campamento al terminar la Secundaria tuvo por primera
vez “una experiencia fuerte de Dios”.
Recuerda que “estaba allí como en
una nube. En cada oración, Eucaristía, sentía algo especial. No sabía
explicarlo. Ahora te digo que experimentaba felicidad”.
Tras el Bachillerato comienza su
etapa universitaria: “La decisión de
estudiar Historia del Arte la tenía tomada desde varios años antes, movido por mi interés por el patrimonio
religioso y la infl uencia de mi tío sacerdote, que también era historiador
del arte. Cuando íbamos a ver alguna exposición con obras religiosas,
él era capaz de explicar el signifi cado artístico y teológico. A mí esto
me llamaba mucho la atención y lo
quería imitar”.
Asegura que durante los años en
la facultad seguía sintiendo “esa
felicidad cuando me acercaba a las
cosas de Dios”, pero echaba en falta un grupo de amigos con los que
compartir su fe. Así, en tercero de
carrera, participó primero en un retiro de la Pastoral Juvenil diocesana y,
más tarde, en un campo de trabajo.
“Aquí pude descubrir una Iglesia que
desconocía: jóvenes con mis mismas
inquietudes, personas en las que podía tocar al mismo Jesús y sacerdotes jóvenes felices, entregados por
el Reino de Dios. Todo esto me llamaba mucho la atención, pero sobre
todo la felicidad que yo veía en los
sacerdotes. Aquí encontré mi grupo donde vivir la fe y en la Pastoral
Juvenil el lugar dentro de la Iglesia
donde trabajar”.
Una vida “perfecta”
que no le hacía feliz
Entonces ya sentía la llamada de
Dios, pero “no quería hacer algo distinto a lo que hacían las personas de
mi edad”. Por eso, empezó a trabajar en el colegio Santa Joaquina de
Sevilla: “Esto me permitió descubrir
en mi trabajo con el alumnado las
cualidades que puedo tener para
acompañar en la vida y en la fe a los
demás”. Sin embargo, pese a su vida
“perfecta” -como él mismo la describe- con “independencia económica,
salir de fi esta con mis amigos, viajar,
ser querido y valorado profesionalmente, etc., no era completamente
feliz y había una cosa que no había
cambiado en todos estos años: la
felicidad y la plenitud que me daba
estar en las cosas de Dios no me la
proporcionaba nada en el mundo”.
De este modo, en 2021 se acercó
a través de su director espiritual a la
Pastoral Vocacional, y en septiembre
de 2022 “llegué al Seminario para
quedarme”. Este paso lo sintió como
“un proceso natural”, que ha vivido
“con paz, tranquilidad, serenidad y
confianza”.
Evaristo concluye con una invitación a otros hombres que, como él,
sientan la vocación al sacerdocio. No
importa el momento, asegura, porque “Dios nunca falla. Él es el que
nos da la verdadera felicidad, porque tiene un plan de vida trazado
para nosotros que nos hace feliz si
nosotros, desde nuestra libertad, lo
queremos tomar y vivir. De lo demás
se encarga Él, que es quién nos elige,
a través de la Iglesia y de los hermanos”.
“La plenitud que me da
estar en las cosas de Dios
no me la proporciona
nada en el mundo”

Evaristo Bobillo
-1984, Sevilla. Natural de Los
Palacios y Villafranca
-Licenciado en Historia del
Arte y experto en Patrimonio
histórico