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TEMPLO PARROQUIAL SANTA MARÍA LA BLANCA
Nuestro templo parroquial se levantó en el siglo XV, a expensas de la Casa de Arcos que ostentaba el señorío de la villa de Los Palacios.
Los Ponce de León tenían especial devoción por la advocación mariana de la Nieves -Patrona de la ciudad de Arcos, cabecera de su linaje – y así lo demostraron consagrando el templo de Los Palacios a ese bello patronazgo, como hiciera en otros lugares de su señorío.
No era desde luego aquel templo que se construyó en el siglo XV como el actual, ni en forma ni en tamaño. Se trataba, según las referencias que de él hace un testigo de excepción como Andrés Bernáldez, de una construcción de estilo mudéjar, con planta rectangular dividida en tres naves, de las que la central era algo más alta que las laterales. No tenía cúpula ni bóvedas y comprendía desde donde se encuentra el altar mayor hasta el coro. La primitiva sacristía era lo que ahora es la capilla de Nuestra Señora del Rosario y parte del altar mayor, siendo el resto desahogo o corral, así como lo que hoy es capilla del Santísimo Cristo de la Salud. No tenía torre sino campanario y, debajo de él, una única puerta que llamaban del Perdón, que daba a la calle que ocupaba entonces lo que actualmente es coro y que, por tanto, miraba a poniente.
Pero no podemos en modo alguno decir que nuestro templo parroquial es una construcción mudéjar. Han sido tantas las obras de transformación, ampliación y embellecimiento a las que se han visto sometido en épocas diferentes, que resulta sumamente difícil –por no decir imposible- determinar su estilo arquitectónico que constituye una suma de aportaciones, barrocas y neoclásicas fundamentalmente, que muestran como resultado final la hermosa construcción que hoy conocemos.
La primera gran obra de ampliación del templo parroquial se realiza en los primeros años del siglo XVII. Las obras, que finalizaron en el año 1.619, consistieron en el levantamiento de toda la techumbre de la nave central, elevándola dos varas y media sobre su primitiva altura, al tiempo que se macizaron los pilares de la capilla mayor y se le agregaron a esta lo que hasta entonces había sido sacristía y corral y se añadió al edificio una nueva sacristía y otras dependencias anexas.
Pero la ampliación del templo no solo se realizó por la parte de su cabecera, sino que además creció por el extremo opuesto, ya que se construyó, también entonces, el coro actual y la hasta hace poco capilla bautismal, en terrenos que hasta aquel momento eran de la calle. No desapareció la Puerta del Perdón que, simplemente avanzó hacia el oeste con la ampliación del templo.
La segunda de las grandes reformas del templo de Santa María la Blanca se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XVIII. Estas obras, que se pueden considerar como remate del templo, consistieron en la construcción de la cúpula, bóvedas tapando las maderas de la techumbre, suelos de mármol y arreglos del porche con el cerramiento de la puerta del Perdón y la apertura de las dos actuales.
Previamente, en momentos diferentes del siglo XVIII, se habían realizado otras mejoras del templo: la construcción de la torre, que sustituyó al antiguo campanario, en el año 1.724.
Los Palacios y Villafranca (Breve síntesis histórica) Antonio Cruzado
OTRAS MIRADAS SOBRE LOS TIEMPOS CONSTRUCTIVOS EN LA IGLESIA SANTA MARÍA LA BLANCA.
por Fernando Bejines Rodríguez ( Publicado en la Revista El Soberao, segunda época, número 5, páginas 15-18, Junio 2015)
La Iglesia «nueva» de la Ilustración
Durante toda la segunda mitad del siglo XVIII, las consecuencias del famoso terremotode Lisboa de 1755 provocaron la necesidad de restaurar una parte importante de las iglesias del arzobispado de Sevilla, lo que facilitó al mismo tiempo una profunda renovación estética de estos templos, que en su mayoría eran de origen medieval. Estas reedificaciones permitieron, igualmente, la aplicación de las directrices que para el ejercicio del Noble Arte de la Arquitectura se establecieron desde la entonces recién creada Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, generándose una progresiva implantación de las estéticas academicistas y neoclásicas sobre fábricas precedentes gótico-mudéjares, renacentistas y barrocas.
Aunque, como el propio pueblo, la parroquia de Santa María la Blanca de Los Palacios y Villafranca tiene más de 600 años de historia, la configuración del edificio que hoy vemos corresponde fundamentalmente a una importante rehabilitación (1790/96) que se inscribe en este periodo de la arquitectura sevillana. Si exceptuamos su destacada torre, se trata de una construcción con una arquitectura exterior relativamente modesta, caracterizada por formas constructivas tradicionales, donde solo los volúmenes de la cúpula, las linternas y la disposición de portadas laterales nos remiten a una verdadera singularización. Sin embargo su interior se presenta como un magnífico edificio que destaca por el uso de soportes columnarios para las arquerías de la nave central, frente al recurso más convencional de utilizar macizos pilares de ladrillo como encontramos en otros templos del mismo estilo1. En la iglesia de Los Palacios los pares y dobles pares de columnas marmóreas que sostienen los arcos generan una espacialidad diáfana, liviana y elegante, que combina con una arquitectura todavía barroca pero premeditadamente carente de ornamentos por esta implantación del academicismo.
La construcción de su potente torre, concebida como intencionado hito arquitectónico y que sustituyó a un cuerpo campanario anterior que prevalecía sobre la antigua fachada de los pies, fue terminada en 1794 como culminación de esta gran reedificación diseñada por el arquitecto diocesano Fernando Rosales2, que estuvo motivada por la situación de potencial ruina que presentaban los arcos de la nave del Evangelio: “aviendo reconocido la iglesia parroquial […] hallo notarse considerable daño en la olanza de los arcos que están a la isquierda del edificio a la vanda de la Puerta llamada de la Sombra: los quales arcos están cuarteados por diversos sitios por manera que según mi inteligencia amenazan grave daño y ruina a toda la iglesia y de consiguiente la que puede inferirse a el Divino culto y a los feligreses”3.
“En el comedio de las dos poblaciones”
Sin embargo, esta importante reconstrucción de Santa María la Blanca a finales del siglo XVIII estuvo a punto de no realizarse.
En 1790, el concejo de Los Palacios, al “ser noticiados de estarse tratando la reedificación de la Yglesia parroquial”, solicitó al arzobispado4 que en vez de reconstruir la antigua se construyese una iglesia nueva “firme y capaz para los dos expresados vecindarios [Los Palacios y Villafranca de la Marisma]”. La argumentación del concejo para esta petición se basó en que “depracticarse solamente dicha reedificación nada se adelantaría porque consistiendo todo el defecto y ruynas de dicha Yglesia en sus simientos sería indispensable enteramente su derrivo y gastos consiguiente a una nueva fábrica, y aún entonces no selograría el fin de que los fieles cómodamente pudiesen oír misa, y asistir todos en las funciones solemnes que se celebran en dicha Yglesia por carecer de hueco competente para los que suelen concurrir, vecinos de ésta y de la inmediata de Villafranca”. Como segunda argumentación se consideró que “resultaría hacerse los dichos gastos y después de algún tiempo incurrir en otros por causa de ser antigua dicha fábrica”; efectivamente, apenas veinte años antes de la urgente necesidad de esta nueva rehabilitación la parroquia ya había sido objeto de importantes obras de reforma motivadas por sus problemas estructurales. Junto a este reiterado argumento de la escasa superficie del edificio, se insistía también en la circunstancia de que el cuerpo de campanas no garantizaba convenientemente la llamada a los cultos “especialmente en la misa del Alva, que los más de los fieles son trabajadores del campo, y les presisa oírla, y porque hallándose fundada [la parroquia] al confín de esta población los vezinos de la otra se hallan muy distantes apenas oyen las Campanas, y se quedan sin oír misa”.
En definitiva, ante esta problemática situación de la iglesia parroquial, el concejo de Los Palacios remitió al arzobispado la citada petición, donde se sugiere que “en el diámetro que ocupa la antigua quedaría sitio muy capaz y confinante con el campo para el Zementerio, mayormente cuando se halla en altura”, mientras que se proponía como emplazamiento idóneo para la construcción de un nuevo templo que “en el comedio de las dos poblaciones, sitio communado para ellas, se halla una manzana en donde se puede construir dicha iglesia, sitio muy oportuno por su amplitud y decencia, la más pública de aquellas, y se titula la Plaza en donde communmente se fabrican Templos y edificios y desde luego se erige alguno de los Communados de ambos pueblos ”5.
Pero esta original y argumentada petición, que habría que valorar como un importante antecedente del futuro e inexorable entendimiento conjunto de las dos poblaciones, fue rechazada por las autoridades eclesiásticas, decidiéndose en su lugar la ampliación de la iglesia primitiva por los pies y su recomposición interior. Se procedió en este momento a la construcción de las actuales bóvedas, cúpula, crucero, nuevo coro y tribuna del órgano, además de levantar la torre, lo que transformó considerablemente el edificio histórico que hasta esa fecha tuvo planta basilical de tres naves sin crucero y techumbre de madera vista como cubierta de la nave central6.
Santa María la Blanca y los Ponce de León
Pero además de esta contextualización sobre sus ilustradas formas arquitectónicas, convendría realizar algunas matizaciones respecto a su origen.
Tradicionalmente se viene considerando que la primera construcción de su fábrica “se levantó en el siglo XV, a expensas de la Casa de Arcos que ostentaba el señorío de Los Palacios”7, lo que implicaría una cronología posterior a 1427-14328 y justificaría, igualmente de forma tradicional, su dedicación a la Virgen Blanca por ser la patrona de Arcos de la Frontera9. Sin embargo, de la consulta de documentación histórica podríamos establecer una interpretación distinta respecto a la fundación de esta primitiva y única parroquia de Los Palacios, que al igual que la propia fundación del pueblo habría que vincularla a la creación del señorío de Los Palacios del Atalayuela (del Huélamo) por la familia sevillana González de Medina, y proponer una cronología anterior, aunque imprecisa, correspondiente al último cuarto del siglo XIV.
Evidentemente, en cuatrocientos años de pertenencia del señorío de Los Palacios al ducado de Arcos y Osuna, es absolutamente lógico atribuir a este linaje diversas fórmulas de participación en las reformas, ornamentación y mantenimiento del edificio, pero habría que aclarar que, en cualquier caso, no está acreditado que los Ponce de León ejerciesen un patronazgo directo sobre el templo. A este respecto, resulta muy interesante la referencia incluida en un documento que redacta en 1744 José Galán y Vea, corregidor de Los Palacios, para informar al duque de sus posesiones y derechos en el lugar: “Dícese, pertenecer a la Cassa deel Excelentísimo Señor Duque mi Señor el Patronato de dicha Yglesia Parroquial, aunque aquí, no se halla instrumento alguno que lo acredite, ni la Cassa tiene presentación alguna en ella, ni obligación, a contribuirle”10. En otro documento que firma en 10 de marzo de 1791 el párroco y mayordomo de Santa María la Blanca, Alonso Baquero y García, se certifica que “el Excelentísimo Señor Duque de Arcos no es Patrono de dicha Iglesia Parroquial ni tiene sus armas en dicha Yglesia en parte alguna della, ni como tampoco silla en el presbierio”11.
También se recoge en el informe de 1744 la referida creencia popular de que la construcción original de la iglesia fue realizada por los Ponce de León, aunque a esas alturas del siglo XVIII ya se manifestaba una total desvinculación entre los duques, como señores del lugar, y el templo parroquial, y únicamente pervivía esa conexión por la presencia de algunas heráldicas existentes en la armadura de madera vista del techo y en determinadas piezas litúrgicas: “y me persuado, que esta noticia y voz común, y antigua, ha podido tener su origen de haber costeado la cassa la fábrica de la dicha iglesia, o dádole algunas alhajas, pues en el maderaje deel cuerpo, o nave principal de ella, se descubre pintado el escudo delas armas de la Cassa, y también lo está en la peana que sirbe para el Cyrio Pascual; y en el Sitio principal de la Cruz, o, Guión de Plata, se halla gravado, y esculpido el Castillo Palacio que tiene la Cassa”12. El escudo pintado al que se hace referencia en la armadura de la nave principal ya habría desaparecido en 1791, según el documento de Alonso Baquero, pero sí se conserva todavía el “Guión de Plata”, es decir, la cruz procesional, que representa en su tondo central una visión panorámica y esquemática del antiguo castillo y casa-palacio, a modo de emblema del ducado de Arcos.
Santa María la Blanca y los González de Medina
Pero pese a este comprensible entendimiento tradicional de la primitiva iglesia de Los Palacios como una fundación atribuible a los Ponce de León, podríamos acreditar que la primera fábrica del templo ya existía con anterioridad a la compra del lugar por los señores de Marchena y condes de Arcos. En 1425, Beatriz González de Medina, que había heredado de su padre13 el señorío de Los Palacios junto a su hermana Teresa, hacía donación como dote matrimonial a su hijo, Pedro Barba, de su mitad correspondiente del lugar. En el acta de su toma de posesión ya se hace mención explícita a la existencia de la referida iglesia14. Posteriormente el apoderado que vino a formalizar la toma de posesión por la compra de una primera mitad realizada por el I conde de Arcos, Pedro Ponce de León, fue recibido siendo «miércoles primero día del mes de Enero del dicho año del Señor de 1427, podría ser a hora de misa de prima poco más o menos tiempo, estando ayuntados cerca de la Iglesia del dicho lugar de Los Palacios los alcaldes y omes buenos…»15.
Cincuenta y tres años antes, en 1374, en la carta-puebla que promulga el “Señor que so de Los Palacios del Atalayuela del Huélamo”16, ya se establecía explícitamente el compromiso de Fernán González de Medina de “fazer en el dicho lugar una Eglesia y Carnezería y Lagares»17. Como ya analicé en otro artículo dedicado al castillo de Los Palacios18, y aunque en principio esta referencia sólo determinaría una declaración de intenciones, la premeditada localización de la iglesia ocupando uno de los extremos de la pequeña elevación natural sobre la que se asentaron las primeras viviendas, alineada frente al conjunto del castillo y casa-palacio del Atalayuela que ocupaba el extremo contrario, generó entre ambos edificios los ejes viarios que constituyen el germen original de la organización urbana19. Por estas referencias documentales y factores urbanísticos habría que establecer con claridad la primera construcción del templo parroquial durante el período del señorío de los González de Medina (1371-1427/32), y proponer como interpretación más factible que su levantamiento se desarrollase en paralelo y como parte esencial de la creación del nuevo pueblo de Los Palacios a partir de 1374.
Más de seiscientos años después de la fundación de este lugar y de su parroquia, que también lo fue posteriormente de Villafranca de la Marisma, Fernán González de Medina, I Señor de Los Palacios del Atalayuela y más que “posible” promotor de este templo, sigue sin tener rotulada a su nombre una simple calle del pueblo que él mismo creó.
1 Santa María Magdalena de Dos Hermanas o San Bartolomé de Sevilla, por ejemplo.
2 El profesor Francisco Ollero Lobato documenta y analiza esta intervención en su estudio Cultura Artística y Arquitectura en la Sevilla de la Ilustración (1775-1808). 2004.
3 Archivo General del Arzobispado de Sevilla (en adelante AGAS). Justicia. Ordinario. Autos de fábrica. Leg.11640. Informe sobre la parroquial de Los Palacios por el maestro alarife Sebastián Pérez Jiménez (4/11/1790). La ruina de estos arcos estuvo motivada por problemas de cimentación en sus columnas de apoyo.
4 Ibídem
5 Ibídem. Rúbricas: Lucas Muruve de Lerena; Francisco Moreno; Antonio Amador; Luis Begines; Benito Baquero; Diego Sánchez y Lázaro Baquero Paes. Señal: Bartolomé Bohorquez.
6 Ollero Lobato, Francisco. Obra citada.
7 Web oficial http://santamarialospalacios.com/. Consulta 16/04/2015.
8 Compra del lugar de Los Palacios, en dos mitades, por Pedro Ponce de León, V señor de Marchena y I conde de Arcos.
9 En realidad, el patronazgo de la Virgen de las Nieves en la ciudad de Arcos es bastante tardío, 1737, mientras que las primeras referencias documentales conocidas a la advocación de Santa María la Blanca para la iglesia de Los Palacios corresponden a 1466, por lo que habría que matizar esta vinculación asociándola no tanto al patronazgo de Arcos como a las devociones familiares de los Ponce de León.
10 Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN). Secc. Nobleza. Osuna. C.178, D. 41-46.
11 AGAS. Justicia. Ordinario. Autos de fábrica. Leg. 11640.
12 AHN. Secc. Nobleza. Osuna. C.178, D. 41-46.
13 Fernán González de Medina.
14 AHN. Secc. Nobleza. Osuna, C.176, D. 44-45
15 Ibídem.
16 AHN. Secc. Nobleza. Osuna, C.176, D. 10-11. No confundir con el Privilegio de Población de 1371, que es la licencia real para la creación del pueblo. En esta carta-puebla aparece como título del señorío y topónimo, además de “Los Palacios del Atalayuela”, el complemento “del Huélamo”, que no se volverá a utilizar en la documentación posterior.
17 Ibídem.
18 Archivo Hispalense, Tomo 94, Nº 285-287, pp. 245-261. 2011. Disponible en http://www2.manchoneria.es/usuario/2964/fernando-bejines/
19 Calles Andrés Bernáldez (antigua “del Hospital”) y Pedro Pérez Fernández (antigua “de Arriba”).
ALTAR MAYOR
Retablo
El retablo mayor de la Parroquia de Santa María la Blanca de Los Palacios fue encargado por el propio arzobispo a su maestro pintor Pablo Legot en el año 1.629. Su motivo central sería un Nacimiento, con esculturas de San Pedro y San Pablo a los laterales. En 1636 ya estaba el retablo asentado en la capilla mayor. Sin embargo, los representantes del arzobispado se muestran disconformes con la obra y obligan a Legot a modificarla, lo que genera un largo pleito que concluye en 1.647 con el pago del trabajo. En los primeros años existió una pintura que representaba al Niño Salvador, que fue eliminado en las posteriores intervenciones. En el transcurso del siglo XVIII hubo de padecer varias modificaciones desarticulándose por tanto su disposición originaria, la más acusada la efectuada en 1.796 tras la reedificación del templo y ensanche del presbiterio. La forma actual obedece a una reconstrucción efectuada en 1865 con el empleo de materiales procedentes de otros altares.
Son muy notables en él los tres lienzos que lo componen: el central que representa “La adoración de los pastores” y los dos laterales reservados para los dos santos juanes, San Juan Bautista y San Juan Evangelista, obras de Pablo Legot.
En la hornacina central aparece una imagen de candelero de Nuestra Señora de las Nieves, del último tercio del siglo XVIII. En el presbiterio hay dos púlpitos de hierro de 1.885 y dos ángeles lampareros del siglo XVIII.
La adoración de los pastores, San Juan Bautista y San Juan Evangelista
En el ámbito sevillano Pablo Legot es uno de los imitadores más fidedignos que tuvo José de Ribera, de ahí el empleo de la concepción de esta obra de fuertes contrastes claro-oscuros, el uso de una expresividad directa y real de los modelos junto a la representación de escenas del mundo real sumamente vitalistas y sonrientes.
En esta obra, Pablo Legot, introdujo elementos psicológicos de distintas edades de la vida (niños, jóvenes, adultos y ancianos), reflejándose el homenaje de toda la humanidad, desde la niñez hasta la vejez, al Cristo niño, centro geométrico de la composición en torno al que figuran todas las actitudes, gestos y sentimientos perfectamente representados. Los rostros de la Virgen y San José transmiten dulzura y delicadeza, en contraste con la rigidez y seriedad “del niño del tambor”, que aparece muy concentrado mostrándose sabedor de que lo están pintando. El perro “San Bernardo”, tumbado a los pies del pastor, es otro rasgo significativo de la realidad naturalista.
La obra, de 4,60×2,08 metros, estaba en pésimo estado de conservación y había sido muy repintada. A iniciativa de la Comisión del Quinto Centenario de Villafranca de la Marisma, que conmemoró la creación de esta localidad palaciega, origen del municipio actual, el Ayuntamiento de Los Palacios y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía encargaron en 2002 al Estudio Alcazaba su restauración.
También se restauraron los los lienzos menores del retablo de la Parroquia, que reproducen las figuras de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, así como a una pintura de San Pablo, no expuesta al público, y que se cree que también formaba parte del retablo primitivo diseñado por Pablo Legot.(Julio Mayo)
Pablo Legot
Su vida:
Nacido en 1598 en la ciudad luxemburguesa de Marche su familia se trasladará a Sevilla en 1610. Sus primeros pasos en el mundo de la creación artística se asocian con el bordado haciéndolo constar en su matrimonio. Desde 1628 aparecerá como pintor del Arzobispado sevillano, aunque sus labores debieron limitarse al dorado y estofado de imágenes y retablos, pues no conseguiría el título de maestro pintor hasta 1630.
En 1635 se trasladará a Cádiz, donde sería nombrado alguacil fiscal del Real Almirantazgo, aunque continuará con su actividad artística. En esta ciudad permanecerá hasta su muerte en 1671.
Obra y estilo:
Las influencias de Legot pueden encontrarse en la pintura naturalista de Roelas utilizando los fuertes contrastes claro-oscuristas vistos en el maestro y derivados de José de Ribera. Asimismo, en la pintura de Legot es fundamental el conocimiento que tuvo el autor de las estampas que circulaban por los talleres de la ciudad. El uso de estos grabados es indudable en la mayoría de sus composiciones. La primera obra que se conoce en la actualidad del artista es la realizada para el antiguo retablo mayor de la iglesia del Salvador de Sevilla. Esta realizada en 1631 representa a la transfiguración que sigue los modelos impuestos por Rafael y conocido a través de grabados. Entre 1631 y 1636 se puede datar la adoración de los pastores del retablo mayor de la iglesia de la ciudad sevillana de Los Palacios. En las mismas fechas realizó las obras del retablo mayor de la iglesia de Santa María en Lebrija, donde recogió de nuevo el tema de la Adoración de los pastores y la Adoración de los Reyes, junto a la Anunciación del ático del retablo. En 1635 realizará el San Jerónimo de la Catedral hispalense donde se verán claras las referencias al tenebrismo de corte italianizante. Ya de la década de los cuarenta se conocen obras suyas como la Adoración de los Reyes de la Catedral de Cádiz y la serie del Apostolado realizado para el Arzobispado sevillano.
Para finalizar hay que hacer notar la realización del conjunto pictórico del retablo mayor de la iglesia parroquial de Espera en Cádiz.
La Virgen de las Nieves
¿Quién la talló y cuándo se hizo? 150º Aniversario de la nueva hechura de Nuestra Patrona (1864-2014) Por Julio Mayo
Este año hace un siglo y medio que la imagen de Nuestra Señora de las Nieves fue llevada a Sevilla para ser restaurada, aunque luego regresó completamente remodelada como veremos a continuación. La historia es que el 19 de abril de 1864, el entonces cardenal y arzobispo de Sevilla don Luis de la Lastra y Cuesta concedió permiso para que la efigie pudiera ser trasladada al taller de un maestro artífice sevillano, después de haber solicitado permiso para ello el párroco de entonces don Juan García Criado, con los argumentos de que la «titular del templo y patrona del pueblo» se encontraba muy «deteriorada en el rostro y manos» y que tales desperfectos urgían «la reparación debida por un artífice entendido».
En ese mismo oficio el párroco García Criado -que además ostentaba la dignidad de Beneficiado y Ecónomo, como encargado de su administración económica que era-, significa que la imagen era conocida en aquellos años con el título de Nuestra Señora de Santa María la Blanca(1)
En nuestro pregón de la Virgen (2010) tuvimos la oportunidad de dar a conocer que en 1530 existía ya una imagen de talla que presidía el templo, según el testamento de Juana de Salas, quien había donado «un cuerpo de paño con unas tiras» para el ornato de su vestuario. En el siglo XVII, la descripción de la Visita Pastoral efectuada en 1699 por el licenciado don José de Morales Varejón, documenta la pervivencia aún de la imagen, que según su anotación «está ricamente vestida, en el corazón del altar». A finales del siglo XVIII, coincidiendo con la construcción de la nueva parroquial, la imagen fue retocada como consignan unos asientos contables, fechados en 1796, cuyas anotaciones confundió el párroco don Andrés Bellido en la historia que escribió sobre la parroquia en 1916, atribuyéndole al carpintero local José Rubio su autoría por constar a su nombre, en los gastos de fábrica, la liquidación de la recomposición que tuvo que realizar un maestro escultor de Sevilla. Por todo ello concluimos que la imagen para la que el párroco don Juan García requirió la conformidad de su restauración en 1864 es aquella de transición del último Gótico al Renacimiento, aunque después de los retoques de 1796 fuese ya imagen de candelero y presentase alterados algunos de sus rasgos estéticos.
El documento que analizamos aclara que la iniciativa de la restauración partió del cura párroco y que el artífice que presupuestó la actuación la cuantificó en 700 reales. A tenor de la cantidad estimada, parece ser que la intención inicial no hubo de ir mucho más allá de la mera recomposición de la antigua talla. Sin embargo, a la postre, terminó ejecutándose una nueva imagen. Su contexto es que curiosamente en 1863 se habían practicado importantes obras de restauración en el templo parroquial. El mismo retablo mayor recoge anotado en un lateral inferior que se renovó en 1865, después de aquellas obras. Tal conjunto de realizaciones se enmarcan dentro de un programa general de remodelación ornamental del edificio religioso. De hecho, el tabernáculo manifestador de estilo neoclásico que hoy acoge a la Virgen de las Nieves, en el altar mayor, se añadió en aquella época, adaptado en sus proporciones a la nueva imagen hecha.
Hemos documentado que en aquella misma fecha se adquirieron para la Virgen una nueva corona, un cetro y sus correspondientes zarcillos. Precisamente la petición del párroco de 1864 conllevaba aparejado el ruego de que se le comprase a la imagen un manto, con el objeto de que pudiese lucir un vestuario digno, en concordancia con el de las demás imágenes marianas de la iglesia. Por tanto, la súplica contemplaba que del dinero de la parroquia pudiera costearse el expresado manto. Este estreno de vestuario y ajuar evidencia que la nueva imagen impuso, en consecuencia, la renovación también de sus complementos y atributos de orfebrería(2).
Todas estas claves nos ayudan a interpretar que la remodelación de su factura hubo de ser completa en 1864. A favor de nuestra teoría se decantan los resultados del análisis radiográfico que el profesor Juan Manuel Miñarro realizó sobre la patrona en 1996. Descubrió que las calidades materiales empleadas en su ejecución carecían de amputaciones y añadidos, como suele suceder en intervenciones sobre otras de mayor antigüedad, por lo ésta había sido realizada hacía relativamente poco tiempo. Si se hubiese explorado la antigua imagen, supuestamente hubiesen aflorado resquicios de superposiciones, fruto de las manipulaciones propias del culto recibido a lo largo de siglos.
Una nueva obra documentada de Gabriel de Astorga.
Si la autorización facultó al párroco para que la antigua imagen de nuestra patrona pudiese ser trasladada al taller de Astorga en el mes de abril de 1864, hemos de suponer que el 15 de agosto de aquel mismo año -fecha en la que en el siglo XIX se celebraba la procesión- tuvo que lucir ya esplendorosa y recién bendecida, en las fiestas patronales. Estamos, por tanto, ante la probatura documental de otra nueva imagen adscrita al catálogo artístico de don Gabriel de Astorga Miranda. Hijo del prestigioso imaginero Juan de Astorga, continuó su estela como sucesor suyo y llegó a alcanzar un considerable crédito tanto en Sevilla, donde tuvo radicado su taller, como fuera de ella. Fue además profesor de la escuela de Tres Nobles Artes de Sevilla y contribuyó con su talento al reimpulso artístico e institucional que la Semana Santa sevillana experimentó a mediados del siglo XIX. La Santísima Virgen de las Nieves -una imagen mariana de candelero de reducidas proporciones que singularmente inclina su rostro hacia uno de sus hombros, rasgo peculiarísimo de los Astorga-, es una obra en la que su autor conjuga con sabia maestría tendencias clásicas con elementos barrocos y románticos. Cuando efigió nuestra patrona, el maestro contaba con sesenta años de edad, pues había nacido en 1805, y todavía le restaban de vida otras dos décadas pues falleció en 1884(3).
1 Archivo General del Arzobispado de Sevilla (abreviado: A.G.A.S.). Sección.: II (Gobierno). Serie: Asuntos Despachados. Sig.: 04803. Carpeta de la vicaría de Utrera (1864). Solicitud elevada por el párroco de Los Palacios, don Juan García Criado, para emplear fondos parroquiales en la restauración de la imagen titular del templo y confección de un nuevo manto.
2 De los fondos económicos de la propia parroquia se sufragaría la supuesta «restauración de la imagen» y los gastos del nuevo manto, sin que sobrepasasen en su conjunto los 4.700 reales de vellón. Si la intervención del escultor ascendió a una mayor cuantía, la diferencia probablemente se satisfizo al margen de la dotación autorizada. Vid. A.G.A.S. Sección.: II (Gobierno). Serie: Asuntos Despachados. Sig.: 04803. Ibídem.
3 Un catálogo aproximado de su obra podemos encontrarlo a través de distintos trabajos de los profesores Roda Peña y González Gómez a falta todavía de una monografía que recoja su perfil biográfico y producción tanto documentada como atribuida.
Advocación de Nuestra Señora de las Nieves o Santa María la Blanca
En el siglo IV d.C. vivía en Roma una piadosa pareja. Él se llamaba Juan Patricio mientras que el nombre de su esposa se desconoce. Habían sido bendecidos con abundancia de bienes y también de fe. Sin embargo, su gran dolor era no tener hijos con los que pudieran compartir sus dones. Durante años habían rezado por un hijo y heredero. En esta situación pasaron muchos años sin ningún resultado. Por fin decidieron nombrar como heredera a la Santísima Virgen y le rezaron con devoción para que los guiara en la asignación de la herencia. ??Nuestra Señora les agradeció sobremanera y la noche del 4 de agosto, se le apareció a Juan Patricio y a su esposa, diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino (una de las siete colinas de Roma), en el punto preciso que ella señalaría con una nevada. También se le apareció al Papa Liberio con el mismo mensaje. En la mañana siguiente, el 5 de agosto, mientras brillaba el sol en pleno verano, la ciudad quedó sorprendida al ver un terreno nevado en el Monte Esquilino. La pareja, feliz, se apresuró al lugar y el Papa Liberio marchó hacia el mismo en solemne procesión. La nieve cubrió exactamente el espacio que debía ser utilizado para la basílica y desapareció una vez señalado el lugar. Pronto se construyó la Basílica de Santa María la Mayor, también conocida como Virgen de las Nieves o Santa María la Blanca.
La fiesta de Nuestra Señora de las Nieves, 5 de agosto, se celebraba, en principio, solamente en la basílica, se extendió en el siglo XIV a toda Roma y, finalmente, San Pío V la declaró fiesta de la Iglesia universal en el siglo XVII.
CAPILLA DEL STMO. CRISTO DE LA SALUD
Retablo
Se trata de un retablo para albergar al Crucificado con un grueso marco que rodea la figura, con esculturas de ángeles, la Virgen y San Juan, de la época del retablo. En la parte superior se encuentra una hornacina, decorada con racimos de frutas, con la imagen de San Luis Gonzaga. Este retablo es de la primera mitad del siglo XVIII.
Cristo de la Salud
Esta talla es una obra anónima atribuida a la escuela granadina de finales del siglo XVI o primeros del siglo XVII. Es una obra creada para retablo y no con fines procesionales.
Es de una anatomía muy bien proporcionada, la caída del cuerpo por el peso en la cruz está muy bien conseguida quedando los brazos de la talla casi paralelos. La cabeza cae sobre el lado derecho hasta que la barbilla toca el pecho. El sudario es un poco mas tosco que el resto de la talla.
Muestra los ojos entreabiertos al igual que la boca, no presenta dientes tallados pero sí la lengua. El bigote es polícromo sin relieve separado de la barba. El pelo se divide en dos mitades por una raya central.
Es en la policromía donde se pone el acento del maltrato, los tormentos y sufrimientos a los que fue sometido.
La muerte del cuerpo se nos transmite, además de la lividez general, en los ojos hinchados y amoratados, de la boca sale un pequeño hilo de sangre. De la herida del costado y de los clavos de manos y pies mana un reguero de sangre muy reales y hechos con destreza, de la cabeza surgen pequeños regueros de sangre hechos por la corona de espina. El hombro izquierdo herido y sangrante nos indica el lugar en el que llevó la cruz. Las rodillas laceradas, sangrantes y con notables hematomas alrededor nos hacen descubrir la dureza de las tres caídas y la necesidad de ser ayudado por un hombre llamado Simón de Cirene.
VIRGEN DEL ROSARIO
Se encuentra en la cabecera de la nave derecha, nave de la epístola. El retablo de hacia el año 1.725; se articula mediante cuatro columnas salomónicas de seis espiras revestidas de pámpanos y vides, con esculturas en las calles laterales de Santo Domingo de Guzmán y de San Francisco de Asís; en la hornacina central una imagen de la Virgen del Rosario de la época del retablo. En el ático hay una imagen del Arcángel San Rafael.
En la pared derecha hay unan vidriera con la figura de la Virgen del Rosario que da luz a esta capilla.
SAGRARIO
Data de 1731. Está presidida por un retablo de estípites(1) compuesto por banco y dos cuerpos de tres calles. En la hornacina central figura una escultura de la Inmaculada del siglo XVIII. Bajo dicha imagen y en torno al sagrario se distribuyen cuatro esculturas de pequeño formato, que corresponden a los Cuatro Evangelistas: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. A ambos lados de la Inmaculada figuran esculturas de San Bartolomé y Santo Domingo de Guzmán. En el segundo cuerpo del retablo, sobre la imagen de la Virgen, aparecen esculturas de San Francisco Javier y, más arriba, de San Juan Nepomuceno; en los flancos hay dos medallones que representan en relieve a Santa Catalina de Alejandría y Santa Bárbara.
Las paredes de esta capilla están decoradas con pinturas de Eduardo Ponce Roldán, realizadas durante los años 1974 y 1975. Representan imágenes sobre El Triunfo de la Eucaristía, la Fe, la Esperanza, La Asunción de la Virgen, la Resurrección de Cristo, la Anunciación y el encuentro de Jesús con la samaritana.
ÁNIMAS BENDITAS
Este lienzo de las Ánimas del Purgatorio está firmado y fechado en 1.850 por José Tristán.
En la pared de la izquierda hay una imagen del Sagrado Corazón de Jesús que se encontraba en el pasillo del antiguo ayuntamiento, situado en la calle Real, hoy Casa de la Cultura.
En la derecha hay una imagen de la Virgen Inmaculada.
SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA
En ella se encuentra un retablo-marco de estípites(1) con lienzo de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen, fechado en 1755. En uno de los laterales se encuentra un lienzo de la Virgen de la Silla, de la segunda mitad del siglo XVII, copia de Guido Reni. En el otro flanco se halla un lienzo de la Virgen con su prima Santa Isabel y sus respectivos hijos: El Niño Jesús y San Juan Bautista..
SAN JOSÉ
También es un retablo de estípites(1) con hornacina central, de la segunda mitad del siglo XVIII. Aparece una escultura de San José con el Niño Jesús en sus brazos, de la misma época del retablo.
1 Los estípites son columnas o pilares, de forma troncopiramidal invertida, que a veces tienen funciones de soporte y otras meramente decorativas.